José Roger Balet (Barcelona 03.03.1889 - Buenos Aires 1967) fue un gran empresario y filántropo de origen catalán que, tras emigrar a Argentina en 1908, destacó por su espíritu emprendedor y su compromiso social. A los 19 años, llegó a Buenos Aires con una valija y una sólida ética de trabajo forjada desde su juventud en Barcelona.
En Argentina, desempeñó diversos oficios hasta que, en 1913, inauguró su propio negocio, el "Mundial Bazar". Este emprendimiento fue el precursor de la cadena "Bazar Dos Mundos", que llegó a contar con más de veinte sucursales en la capital argentina.
Además de su éxito empresarial, Roger Balet es recordado por su notable labor filantrópica. Su gratitud hacia Argentina lo llevó a donar escuelas en diversas provincias del país, también en Uruguay y Chile, con el objetivo de contribuir a la educación y al bienestar, entre otros proyectos solidarios.
La vida de José Roger Balet es un ejemplo de cómo el éxito empresarial puede combinarse con un profundo compromiso social, dejando un legado duradero en la educación y la cultura. Su impacto perdura en las instituciones educativas que fundó, reflejando su dedicación al progreso social y al desarrollo de las futuras generaciones.
Su padre Pablo Roger y Villarrubla originario de Lleida se dedicaba al comercio para "Los grandes almacenes de papeles para embalaje artículos de imprenta" del Sr. Esteban Banch en Barcelona.
Su madre Dolores Balet Nadal (2 de Julio de 1860 Barcelona - 27 Julio 1952 Buenos Aires) fue la menor de cinco hermanos. Su vida transcurrió inicialmente en Barcelona, hasta que, con el paso de los años, tras la emigración de su hijo José a Argentina y al quedarse viuda, decidió seguir sus pasos y establecerse en 1915 y de manera definitiva en Buenos Aires, donde residió hasta su fallecimiento.
Su hermana pequeña llamada Margarita, está previsto investigar más, por que por el momento no tenemos información.
Partida de nacimiento Sra. Dolores Balet Nadal
El 9 de julio de 1910 conoció a Dresda Rossi, de origen italiano, hija de Héctor Rossi y Agar Guasti. De su matrimonio nacieron cuatro hijos, dos varones y dos mujeres: Ataulfo, Enrique, Elena y Dresda.
Andrés y José Roger Vilarrubla eran sacerdotes y a la vez párrocos de dos pueblos: Almenar y Granyena de les Garrigues en Lleida.
Almenar
José Roger Balet de monaguillo en Iglesia de Almenar a los 9 años (IA Restored)
Granyena de les Garrigues
Desde muy temprana edad como monaguillo, José Roger Balet mostraba una marcada astucia. Con habilidad, persuadía a los feligreses para que contribuyeran con alguna limosna y su entrega a tocar las campanas era tal que, según él mismo narraba con orgullo, era el mejor tocador de campanas de la villa.
Domingo Balet Nadal (15/06/1844 - 15/02/1915) fue un destacado Maestro de Obras ("Arquitecto") Catalán cuya trayectoria profesional dejó huella en la arquitectura de Barcelona. Su obra se caracteriza por una combinación de modernismo, neomudéjar y neogótico, con proyectos tanto en el ámbito residencial como industrial y religioso.
En su página web se puede encontrar información detallada sobre su vida, proyectos arquitectónicos y exposiciones en las que participó. Para más detalles, visita: www.DomenecBalet.com
Casa Pere LLibre
(Paseo de Gracia Barcelona)
Domingo y Enrique Balet Duran tomaron en 1901 en exclusiva en España la representación de Benz (actualmente Mercedes Benz) y crearon el concesionario Auto Garage Términus. Más tarde incorporaron otras marcas de reconocido prestigio como Hispano Suiza, Berliet, Anglada...
Sucedieron importantes acontecimientos, pero quiza el más importante fue la venta de un Anglada al Rey Alfonso XIII con sus correspondientes clases particulares de conducción, impartidas por el Sr. Domingo Balet al Rey. Todo esto supuso que fueran nombrados Proveedores de la Casa Real.
Mas información: www.AGTerminus.com
Si analizamos de forma muy resumida el periodo de tiempo desde su nacimiento hasta que se fué a América, podemos decir que España vivía bajo la Restauración borbónica, un sistema político basado en el turno de partidos y elecciones manipuladas, que ofrecía estabilidad aparente pero poco cambio real.
En 1898, el país sufrió un duro golpe con la pérdida de sus últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), lo que provocó una profunda crisis de identidad y un clima de pesimismo.
En contraste, Barcelona atravesaba una etapa de modernización y crecimiento industrial, especialmente en el sector textil. La ciudad se expandía urbanísticamente, pero también se convertía en un foco de conflicto social: crecían el movimiento obrero, las huelgas y la influencia del anarquismo.
Al mismo tiempo, surgían el modernismo artístico, con figuras como Gaudí, y los primeros movimientos catalanistas. Barcelona era una ciudad vibrante, en plena transformación, pero marcada por las tensiones sociales, económicas y culturales del cambio de siglo.
Nació y pasó su infancia en el número 3 de la calle Lluís el Piadoso, en el quinto piso de un edificio ubicado en el histórico barrio del Born de Barcelona, junto a la Iglesia de San Pedro donde fue bautizado con agua caliente debido a su delicado estado de salud.
Muchos años más tarde, en 1962, regresó desde Buenos Aires a Barcelona para participar en un acto organizado por el embajador de Uruguay, donde se colocó una placa en la fachada de su casa natal en honor a el, que aún hoy permanece allí y que reza lo siguiente:
La Municipalidad de Maldonado, República Oriental del Uruguay
Maldonado agradece a Barcelona la presencia en nuestras playas de su gran hijo, el filántropo "sembrador de escuelas" Don José Roger Balet, símbolo vivo de trabajo, generosidad y amor.
Febrero de 1962
Placa conmemorativa fachada del edificio
A los 9 años y como su salud no mejoraba, sus padres lo enviaron a la casa de campo de unos familiares donde participó en los trabajos del campo los cuales eran de su agrado. En aquellos tiempos, los burros eran animales de carga muy utilizados para el transporte de mercancías y el trabajo en el campo. Enseguida estableció amistad con un burrito al cual daba de comer, limpiaba acariciaba y cuidaba.
A los pies de esta figura de bronce ubicada en su despacho, se podía leer:
"Fuiste mi fiel camarada allá por mi mocedad, por ello, en bronce yo te consagro, para toda la posteridad.
Pepito"
Fuente: J.R.B. Sembrador de escuelas; Yderla Anzoátegui
En su libro biográfico hace referencia a que el nunca tuvo juguetes y también comenta que cuando hay pobreza, los niños que ayudan con su trabajo a sus familias no sufren por ello y lo hacen con alegría.
A los 11 años volvió a Barcelona y empezó a trabajar gratuitamente durante 2 años en un pequeño negocio de fantasías ubicado en la Calle Fernando, frente a la Iglesia de San Jaime. Este tipo de tiendas eran una mezcla entre mercerías, venta de bisutería y tienda de regalos.
Al ser el único empleado aprendió a gestionar el negocio de la mano de la propietaria Dña. Paulina, que era muy cariñosa con el.
Un buen dia, su padre quiso probar la eficacia de su hijo facilitándole 3 cajas de velas blancas con trabajos de tallado para que las vendiera. Y para sorpresa de su padre no tuvo que salir ni de su casa, ya que en su edificio acababa de fallecer un vecino y las ofreció para el velatorio. El recordaba la hazaña añadiendo la frase:
"El primer negocio que hice en mi vida, fue venderle velas a un muerto"
Fuente: J.R.B. Sembrador de escuelas; Yderla Anzoátegui
Después de de este primer empleo, se puso a trabajar a comisión en la misma empresa que su padre vendiendo artículos para el hogar por toda la ciudad hasta los 15 años, que decidió hacer lo mismo, pero esta vez por su cuenta.
Con un gran entusiasmo se dedicó intensamente a ahorrar para realizar su soñado viaje antes de ser llamado al servicio militar lo cual le habría retrasado varios años.
Con todo preparado debía partir en el barco Italiano "Sirio", pero al llegar el día, el barco no atracó en el puerto de Barcelona por cuestiones de impuestos y tubo que embarcar desde un bote de remo acompañado por su padre y un agente naviero. Al llegar al barco el capitán se negó a coger más tripulación de tan corta edad y tuvo que volver a tierra y esperar la salida de otro barco.
Aunque al principio sintió tristeza, pronto lo interpretó como una señal y es que dos días después "El Sirio" naufragó cerca del cabo de Cartagena y murió casi la mitad del pasaje, aproximadamente unas 240 personas.
Barco de vapor El Sirio
Finalmente el 3 de septiembre de 1906 embarcó en el "Patricio de Zatrútegui" y el viaje duró 21 días.
El pasaje del barco estaba dividido en tres clases bien diferenciadas: primera, segunda y tercera. José Roger Balet, viajaba en tercera clase, donde las condiciones eran extremadamente precarias. La comida era escasa y de mala calidad y habia que comer sentados en el suelo.
Movido por el deseo de mejorar su situación y la de sus compañeros, decidió hablar con el cocinero del barco y ofrecerle su ayuda en cualquier tarea que pudiera realizar. El cocinero, sorprendido por su iniciativa, le propuso colaborar en el servicio del comedor de segunda clase. Allí, la comida era notablemente mejor y abundante y las sobras aún en buen estado, eran arrojadas directamente al mar.
José aceptó sin dudar, pero no se conformó con ayudar en las labores asignadas: con un profundo sentido de la solidaridad, comenzó a recoger parte de esa comida sobrante y a distribuirla entre los pasajeros de tercera clase. Su gesto no solo aliviaba el hambre de muchos, sino que también sembraba un sentimiento de dignidad y esperanza en medio del duro trayecto.
Barco de vapor Patricio de Zatrútegui
El lo resumía de la siguiente manera:
"Yo vine de España a pie, por que no había donde sentarse
y en tercera clase por que no había de quinta"
Fuente: J.R.B. Sembrador de escuelas; Yderla Anzoátegui
Tras tres semanas de travesía el 24 de setiembre de 1906, el barco llegó a Montevideo en medio de una tormenta: el mar estaba embravecido, la lluvia caía con fuerza y el viento azotaba sin tregua. Las condiciones eran tan adversas que resultaba imposible atracar en el puerto y utilizar la escalera para desembarcar.
Ante esta situación, el capitán recurrió a una solución poco convencional pero ingeniosa: utilizar el guinche de carga, normalmente destinado a mover mercancías, para bajar a José y otro joven más que debían desembarcar. Con una gran cesta, lograron bajarlos, completando la maniobra con éxito a pesar del temporal.
Al poner pie en suelo uruguayo, quedó fascinado por la ciudad, que recorrió de extremo a extremo en busca de empleo. Sin embargo, la escasez de oportunidades laborales fue mermando sus esperanzas, y poco a poco, también sus ahorros.
Un día, tras haber caminado durante horas, se sentó agotado en un banco de la plaza Libertad —popularmente conocida como Cagancha—. Allí lo sorprendió la noche, y al no tener un lugar mejor donde refugiarse, se recostó en el mismo banco y se quedó dormido.
Aquella fue la primera de once noches que pasó al raso. Hasta que, cierto día, un desconocido se le acercó, le hizo algunas preguntas y, al conocer la dura travesía que había vivido, le entregó generosamente dos pesos de oro.
Plaza Libertad
Lleno de alegría y con la surte a favor se levanto del banco y empezó a buscar trabajo enérgicamente por algunas calles y encontró un modesto empleo en un almacén de comestibles cuyo propietario tenia al lado una pequeña fonda con 14 pensionistas. Su trabajo consistía en ayudar al mozo a servir las mesas de los pensionistas.
Una vez más utilizó el ingenió para paliar el hambre, comiéndose el budín en el trayecto de la cocina a la mesa de los comensales y a estos les servía alguna fruta.
A los pocos días de estar trabajando en la fonda y viendo que ese tipo de trabajo no era para el, tomó la decisión de subirse al barco Triton que le costó 1 peso, destino a Buenos Aires, su destino soñado.
Barco de vapor Triton
Al llegar a puerto preguntó por la dirección de un sobrino de su padre llamado José Borró, al cual no conocía. Empezó a andar dirección al puesto que tenía en el Mercado del Pilar de la calle Santa Fe y al llegar le informaron que hacia 4 o 5 años se había mudado y su parada ahora estaba en el Mercado del Plata y allí fué donde encontró a su desconocido pariente, lo que le facilitó tener un hogar, una habitación y comida.
Durante 15 días ayudó a José en el puesto de venta de manteca, huevos, fiambres... sin sueldo, como muestra de gratitud. Aunque las jornadas eran duras, se sentía afortunado por la ayuda recibida.
Mercado del Pilar
Mercado del Plata
Interior Mercado del Plata
Dos semanas más tarde, el señor Borró logró encontrarle un empleo como cadete, que incluía salario y hospedaje. No obstante, el alojamiento ofrecido resultó ser un sótano en pésimas condiciones, lleno de objetos en desuso y con una notable presencia de ratas, pulgas y chinches. Aunque el lugar distaba mucho de ser digno, él enfrentaba la infestación con sentido del humor: eliminaba los insectos con una vela y colocaba los restos sobre la mesa.
Al rememorar aquella etapa, don José Roger Balet comenta con ironía:
"El catre llegó a caminar solo!!"
Fuente: J.R.B. Sembrador de escuelas; Yderla Anzoátegui
Ya tenía casi resuelto el tema de la vivienda gracias a su pariente que le recomendó una pensión económica y de buena comida, gestionada por doña Margarita. Sin embargo, para ahorrar dinero, al principio evitaba desayunar, aunque sentía la necesidad de hacerlo.
Una vez más utilizó su astucia y observando que un lechero dejaba leche cada mañana, le pidió que también le trajera medio litro, lo que resolvió parte de su desayuno. Como aún le faltaba el pan, se dio cuenta de que algunos pensionistas no comían uno de los dos panecillos que se les servían. Así, pidió salir antes del trabajo para llegar primero a la pensión y tomar discretamente uno de los panes sobrantes.
Cuando un día un pensionista reclamó la falta de pan y el mozo lo notó, ideó una estrategia para no ser descubierto: aprovechó un viejo abrigo heredado que, por su tamaño, le permitía ocultar el pan, en el descosido interior que él mismo había preparado, sin que nadie lo notara.
Roger Balet fue un ejemplo de tenacidad y esfuerzo personal. Sin contar con más ayuda que su propia determinación, logró abrirse camino solo, motivado por un fuerte sentido de responsabilidad y un profundo amor por su familia. Desde su llegada a Buenos Aires, mantuvo siempre presentes a sus padres, enviándoles dinero mensualmente, incrementándolo conforme mejoraba su situación económica, sin que nadie se lo pidiera.
Era una persona seria, poco amigo de las fiestas, que prefería la tranquilidad a la vida social superficial. Aquel año 1910, en plena celebración del Centenario de la Revolución de Mayo, asistió como un ciudadano más a varios actos conmemorativos. Durante ese período, también comenzó a frecuentar una pista de patinaje en la calle Florida, donde conoció a Dresda Rossi, una joven reservada, de buenos modales y gran sensibilidad, con quien rápidamente conectó.
Dresda había llegado a Argentina desde Italia siendo niña, y vivía con sus tíos tras haber quedado huérfana. Su discreción y dulzura le cautivaron, sintiéndose naturalmente inclinado a protegerla. A los pocos meses de conocerse, iniciaron un noviazgo breve pero sólido, y el 6 de marzo de 1911, apenas nueve meses después de conocerse, se casaron en el barrio de Belgrano.
La pareja se instaló en una casa amplia en Núñez, donde formaron una familia con cuatro hijos: Ataulfo, Enrique, Elena y Dresda. Dresda no solo fue una compañera fiel y cariñosa, sino que también compartió con Roger su vocación por ayudar a los demás. Juntos realizaron viajes por Europa y desarrollaron acciones humanitarias, especialmente en hospitales infantiles, donde ella entregaba juguetes a los niños en nombre de su esposo.
Hasta el final de sus días, Dresda mantuvo una actitud activa y dedicada, encargándose de los detalles del hogar y de su bienestar.
Él, por su parte, valoraba sobre todo los principios sólidos y duraderos, alejándose del lujo y la vanidad. Su historia personal no fue más que otra muestra de su filosofía de vida: constancia, análisis, valores firmes y afectos verdaderos.
A mediados de 1939, en plena actividad comercial en Europa, José Roger Balet se encontraba en Leipzig (Alemania) cuando se anunció una inminente guerra. Logró salir tres días antes de la declaración oficial, viajando primero a Austria en el último tren que salía pero como este país era muy peligroso, continuó hacia Italia, donde se encontraba justo al iniciarse la Segunda Guerra Mundial.
Imagen de un tren Alemán
Ante la imposibilidad de conseguir un pasaje debido a la masiva demanda para salir del continente, intentó abordar un barco desde Génova, sin éxito inmediato. Tras varios días merodeando el puerto, logró embarcarse clandestinamente en el buque español Cabo San Antonio, gracias a la ayuda de un camarero.
Buque Cabo de San Antonio
Oculto durante dos días, se presentó finalmente ante el capitán José Lanz, una vez el barco se alejó de Barcelona. Al revelarle su identidad, el capitán reconoció a Roger Balet como el benefactor que desde Argentina, años antes había financiado la repatriación de cientos de familias españolas. En agradecimiento, le ofreció alojamiento y comodidades dentro del barco, que viajaba repleto.
Al llegar a Cádiz, el cónsul argentino lo identificó y regularizó su situación, reconociendo que era el mismo hombre que había donado la casa donde falleció Rivadavia, actual sede del consulado. Se le extendió un pasaje oficial desde Cádiz y pudo continuar su viaje legalmente. Durante el trayecto, el buque fue inspeccionado por autoridades británicas en Gibraltar y más tarde por los brasileños. Finalmente, el Cabo San Antonio llegó a Buenos Aires el 25 de septiembre de 1939.
La travesía estuvo marcada por la incertidumbre y la tensión, pero al entrar en aguas argentinas, los pasajeros respiraron aliviados. Las buenas acciones de Roger Balet le abrieron caminos en los momentos más difíciles.
La vida de José Roger Balet reflejaba un fuerte sentido del orden y la disciplina. Así como supo dirigir su extenso emporio comercial, también estructuró su rutina cotidiana.
Como miembro activo del Rotary Club, participa cada miércoles en las comidas semanales sin variar su menú, demostrando constancia en sus hábitos. Además, dos veces por semana recibía en su casa a “los muchachos”, el grupo de amigos que lo acompañó desde sus comienzos y con quienes mantenía una relación entrañable.
Cuidaba su salud con esmero, no bebía alcohol, pero ofrecía a sus invitados un vino de gran calidad que, según él, era el mismo que utilizaban los obispos. Esta costumbre remitía a su infancia en Almenar (Lérida), donde, siendo monaguillo, solía probar a escondidas el vino de misa utilizado por su tío, el Presbítero Andrés Roger. Fumaba puros habanos que recibía desde Cuba y solo consumía agua mineral.
Le agradaban el teatro, el deporte y los encuentros culturales como festivales, reuniones literarias y peñas folklóricas. Aunque disfrutaba del entretenimiento, nunca apostó ni en casinos ni en hipódromos. Las partidas de cartas con amigos los sábados eran simplemente una forma de distracción. Tenía un aprecio especial por lo autóctono y apoyó a poetas sin recursos para que pudieran publicar sus obras.
Fue una persona observadora, con una capacidad notable para contar anécdotas con vivacidad e ingenio. Su experiencia en el trato con las personas forjó un carácter firme y seguro. Reflexivo y analítico, registraba con detalle lo que consideraba relevante. Su archivo personal estaba perfectamente organizado, y cada dato vinculado a su trayectoria se encontraba guardado en su correspondiente carpeta.
Aunque vivió con sencillez, se esforzó por comprender y satisfacer los deseos de quienes lo rodeaban. Llevó una vida cómoda y digna, acorde al respeto que se ganó con su esfuerzo. Sus modales afables convivían con un temperamento enérgico y firme.
Poseía una gran agudeza para comprender a las personas desde el primer momento. Esa intuición le permitió tomar decisiones sin equivocaciones en temas importantes, y lo llevó a afirmar que nunca falló en los grandes asuntos.
Su visión del mundo estuvo profundamente influida por la gratitud, el esfuerzo y el compromiso con la sociedad. Consideraba tanto a Argentina como a su país de nacimiento, sintiendo el deber moral de devolver parte de lo que había recibido. Su filosofía se centraba en hacer el bien dentro de sus posibilidades, siempre evitando fomentar la dependencia o la comodidad excesiva. Para él, ayudar significaba dar herramientas para crecer, no crear debilidad.
Su vida fue una constante demostración de superación personal, guiada por la idea de que el mérito propio es la base del progreso. Aunque vivió momentos políticos relevantes, eligió mantenerse alejado de los conflictos partidistas, respetando siempre la voluntad del pueblo. Consideraba que lo importante era aportar al bien común, más allá de quién gobernara, y vivir de forma íntegra para poder llegar al final con la conciencia tranquila.
Rechazaba el lujo material y no concedía valor a joyas ni piedras preciosas. Creía en la importancia de los principios y en el servicio a la comunidad. Sus frases, cargadas de sabiduría y fina ironía, mostraban la soltura de un gran conversador sin pretensiones exageradas. Nunca se dejó seducir por triunfos fáciles y vivió según la idea de que el ser humano debía comprometerse con una causa noble. Apreciaba la libertad por encima de todo y no habría traicionado jamás la verdad.
La crisis de 1932 en Argentina fue directamente provocada por el Crack de 1929 en Estados Unidos que desencadenó una profunda recesión global, y Argentina, que era fuertemente dependiente de las exportaciones primarias a Estados Unidos, sufrió una grave caída en sus ingresos y una fuerte devaluación de su moneda.
José Roger Balet rechazaba firmemente la actitud derrotista que predominaba. Mientras muchos se dejaban llevar por el pesimismo, él apostaba por el crecimiento: abrió nuevas sucursales de su empresa y amplió las ya existentes, convencido de que Argentina tenía la fuerza suficiente para superar la recesión.
Criticaba duramente a quienes se aprovechaban de la necesidad de los trabajadores, especialmente los proveedores de bienes esenciales. Para él, la verdadera crisis era la falta de confianza y la actitud egoísta de algunos sectores, más que una situación económica insalvable.
Afirmaba que quienes habían logrado prosperar en épocas de abundancia tenían el deber moral de actuar con responsabilidad en tiempos difíciles y creía que, si se había sabido ganar, también debía saberse perder con dignidad. Con esta filosofía, ofrecía un ejemplo de compromiso y fe en el país.
En el verano de 1948, Roger Balet viajó al sur de Argentina con el objetivo de construir escuelas en Santa Cruz y Tierra del Fuego. Como parte de su rutina, recorrió la zona, seleccionó los terrenos, encargó los planos y supervisó el inicio de las obras.
Al notar que las Islas Malvinas no figuraban entre los lugares donde había hecho donaciones, decidió incluirlas en su proyecto, lo que generó una fuerte reacción política, especialmente en el Reino Unido.
La iniciativa de Balet fue interpretada como un acto de reafirmación de la soberanía argentina sobre el archipiélago, un tema especialmente sensible por la larga disputa histórica entre ambos países.
Las Islas Malvinas están bajo control del Reino Unido desde 1833, cuando tropas británicas expulsaron a los argentinos que habitaban allí. Desde entonces, Argentina ha reclamado su soberanía, argumentando que heredó el territorio de España al independizarse y que ya tenía presencia establecida en las islas.
Por su parte, el Reino Unido sostiene su derecho sobre las Malvinas por haberlas ocupado durante casi dos siglos y porque los actuales habitantes, de origen británico, desean seguir bajo soberanía británica. Esta tensión se intensificó en 1982, con una guerra entre ambos países que terminó con la victoria del Reino Unido, y desde entonces, el control británico se ha reforzado. La ONU considera que se trata de un conflicto de soberanía no resuelto y promueve el diálogo, aunque el Reino Unido se niega a negociar mientras los isleños no lo deseen, y ellos han manifestado su voluntad de no integrarse a Argentina.
Arthur Creech Jones
En ese contexto, la propuesta de Balet generó una fuerte controversia internacional. El ministro británico Arthur Creech Jones afirmó en el Parlamento que Argentina no tenía autorización para construir una escuela en el archipiélago.
La prensa británica, especialmente The Times, criticó duramente la iniciativa, considerándola una provocación. Ante estas reacciones, Balet respondió que, del mismo modo que en Argentina existían escuelas británicas, era legítimo que en las Malvinas hubiese al menos una escuela argentina.
Sin embargo, las autoridades británicas bloquearon la construcción, temiendo que implicara un reconocimiento implícito de los derechos argentinos sobre el territorio.
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