La filantropía es una actitud de amor hacia los demás que se manifiesta a través de la solidaridad, la generosidad y el apoyo mutuo. Su objetivo es construir un mundo mejor para todas las personas.
En 1940, José Roger Balet, decidió donar 14 escuelas —una por provincia— para mejorar la educación infantil en zonas más necesitadas. Inspirado por su gratitud hacia el país que lo acogió y motivado por una firme vocación solidaria, ofreció no solo los edificios, sino también viviendas para maestros. Las autoridades nacionales así como la prensa nacional e internacional, elogiaron su gesto, que con el tiempo se amplió a 54 escuelas. Balet participó activamente en cada etapa del proyecto, convencido de que la educación era la clave para combatir la pobreza y transformar la sociedad.
Han pasado más de 80 años desde que se colocó la piedra fundacional de la primera escuela donada. Calcular con precisión cuántos alumnos han pasado por sus aulas resulta difícil, pero no cabe duda de que se cuentan por cientos de miles. Su legado educativo, sembrado con generosidad en cada rincón del país, floreció año tras año, haciendo honor al apodo con el que muchos lo recuerdan: el sembrador de escuelas.
Escuela Nº 314 “Doctor Tomás Manuel de Anchorena” en La rioja
Escuela Nº542 "Agustina Palacio de Libarona" en Santiago de Estero
Escuela Nº103 "Rosa Alaníz" en Nequén (Antes Tte. Gral. Julio A. Roca)
Escuela Nº23 "Comandante Luis Piedrabuena" en Santa Cruz
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José Roger Balet fue un ejemplo de generosidad y compromiso con sus compatriotas. En los años 30, en plena crisis económica mundial, muchos españoles residentes en Argentina deseaban regresar a España ante la falta de oportunidades. Al conocer esta situación, ofreció al cónsul español en Buenos Aires cubrir el coste de 200 pasajes de barco, solicitando que se entregaran de forma equitativa, sin favoritismos.
Finalmente, el 19 de enero de 1932, zarpó el vapor Uruguay con 380 repatriados, de los cuales 275 lo hicieron gracias a su contribución directa. Él mismo acudió al puerto para despedirse de ellos, dejando una huella imborrable en quienes partían y este gesto fue ampliamente reconocido por la prensa argentina.
Como detalle final, también se aseguró de que los niños a bordo recibieran juguetes por el día de Reyes, gesto que revela no solo su filantropía, sino también su sensibilidad humana.
Barco de vapor Uruguay
A finales de 1960, el Banco Hipotecario Nacional emitió tres series de Cédulas Hipotecarias por un total de 1.500 millones de pesos, con el objetivo de recaudar fondos destinados a enfrentar la crisis habitacional en Argentina.
José Roger Balet fue uno de los primeros en apoyar esta iniciativa, comprando cédulas por un valor de 2 millones de pesos. Además, aceptó hasta 30 millones en estas cédulas como forma de pago en sus operaciones comerciales, incluso ofreciendo hasta un 10% por encima de su valor de mercado. Justificó su decisión en su confianza en la recuperación económica del país.
Esta actitud no era nueva: también había participado activamente en la suscripción de bonos emitidos por Yacimientos Petrolíferos Fiscales, demostrando así su constante compromiso con el desarrollo económico nacional.
Cédula Hipotecaria Argentina 1960
Tras el derrocamiento del gobierno de Hipólito Yrigoyen, el país enfrentó una severa crisis económica, que derivó en un alto nivel de desempleo. Ante esta situación, la nueva administración en 1932 recurrió a un empréstito patriótico por valor de quinientos millones de pesos, para recaudar fondos y hacer frente a la creciente deuda pública.
Al conocer esta medida, el empresario José Roger Balet envió una carta al Ministro de Hacienda, doctor Hueyo, donde comunicaba las decisiones adoptadas en su empresa, en apoyo a dicha iniciativa.
Documento oficial emitido por la Casa de la Moneda del empréstito
En su nota, expresaba que, con el fin de contribuir activamente a la causa, su cadena de comercios aceptaría hasta cinco millones de pesos en bonos del empréstito como medio de pago por mercancías, valorándolos al 100% de su nominal, y asumiendo la diferencia del 10% de emisión a su cargo. Además, ofrecía a sus deudores la posibilidad de cancelar sus obligaciones mediante esos mismos bonos, lo que les permitiría un ahorro equivalente al 10%.
También indicaba que, a título personal, aceptaría pagos de alquileres y otras deudas utilizando estos bonos, reafirmando su convencimiento de que deberían considerarse como dinero en efectivo. A su juicio, esta propuesta no solo facilitaría la circulación del empréstito, sino que también permitiría resolver el pago de sueldos pendientes, brindando un alivio inmediato a muchos ciudadanos.
Roger Balet concluyó su carta apelando a que otros actores del ámbito comercial e industrial siguieran su ejemplo, señalando que con voluntad y cooperación el éxito de la medida estaría asegurado.
La prensa nacional recogió esta iniciativa con entusiasmo, publicando numerosos artículos que destacaban tanto la generosidad como el compromiso del empresario.
José Roger Balet destacó por su compromiso con la salud, la ciencia y el bienestar social en Argentina. A continuación se detallan algunas de sus principales donaciones:
Donación de cinco pulmotores metálicos importados de Inglaterra, dirigidos al tratamiento de pacientes, especialmente aquellos afectados por la poliomielitis. Esta acción generosa tuvo gran repercusión mediática y expresó que, como extranjero que había prosperado en el país, sentía el deber moral de contribuir activamente al bienestar de los argentinos.
Apoyo a una misión argentina de exploración de la estratósfera. Donó instrumental científico para la navegación aérea, convencido de que este tipo de iniciativas fortalecen el orgullo nacional.
Mobiliario médico y tecnologías avanzadas. A lo largo del tiempo, numerosos hospitales se beneficiaron de sus aportes. Entre sus contribuciones más destacadas, figura la entrega de un corazón artificial en 1960 a la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires, en un acto que reunió a altas autoridades académicas y sanitarias.
Donación de 10.000 dosis para combatir la poliomielitis. En 1954, con la llegada de la vacuna Salk, volvió a mostrar su compromiso, reafirmando su convicción de que el dinero, cuando es utilizado con nobleza, puede tener un impacto transformador.
Roger Balet ofrecía a los niños lo que él no pudo disfrutar en su infancia: juguetes y entre sus recuerdos más entrañables destaca uno muy especial que marcó profundamente su sensibilidad desde pequeño y lo explicaba de la siguiente manera:
"Recordando a los Reyes Magos, vuelve a mi mente un momento de mi niñez. Como tantos otros niños, esperaba con ilusión la visita de los tres Reyes y les había escrito una carta con mis deseos. No sé si se confundieron de destinatario, pero aquel 6 de enero trajo al mundo a mi hermana Margarita.
Mis padres, aprovechando la ocasión, me dijeron que como no había regalos en mis zapatos, los Reyes Magos me habían traído una hermanita.
Yo, con apenas tres años y lleno de alegría, respondía entusiasmado cuando me preguntaban qué me habían dejado Gaspar, Melchor y Baltasar:
‘Una muñequita de carne y se llama Margarita”
Fuente: J.R.B. Sembrador de escuelas; Yderla Anzoátegui
A partir de 1923, ya con una posición económica consolidada, se propuso no dejar sin ilusión a los niños pobres y enfermos internados en los hospitales de Buenos Aires. Quería que ellos también vivieran la magia de recibir un juguete, como cualquier otro niño. Su esposa, Dresda Rossi, se encargaba personalmente de repartir los regalos, tarea que realizaron durante muchos años sin interrupción.
Gracias a su generosidad constante, numerosos niños enfermos pudieron olvidar por unos instantes su dolor, abrazando un osito, una muñeca o un payaso, como si los mismísimos Reyes Magos hubieran llegado hasta sus camas.
Después del terremoto de San Juan en 1944, contribuyó a la restauración de la casa natal de Domingo Faustino Sarmiento (1811–1888), que fue una figura destacada de la historia argentina por su multifacética labor como político, educador, periodista, militar y escritor. Ocupó cargos de gran relevancia: fue gobernador de San Juan, presidente de la Nación entre 1868 y 1874, senador nacional y ministro del Interior. Reconocido por su talento como prosista en lengua castellana, tuvo un papel fundamental en el impulso de la educación pública y el desarrollo científico en Argentina.
En una casa de tres pisos situada en la esquina de la calle San José y Cánovas del Castillo en Cádiz, murió Bernardino Rivadavia el 2 de septiembre de 1845. En la fachada se colocó una placa conmemorativa en 1910, obra de la Cámara Española de Comercio en Buenos Aires, que también promovió su compra para crear un museo en su honor.
Distintas gestiones para adquirir la casa fracasaron, hasta que José Roger Balet, movido por su afecto a Argentina, ofreció comprarla con fondos propios. Con apoyo del general Primo de Rivera y el gobierno español, logró que los propietarios la vendieran, aunque exigieron un precio elevado.
La compra se concretó simbólicamente el 12 de octubre de 1928, Día de la Hispanidad, fecha establecida por el presidente Hipólito Irigoyen, quien ese mismo día asumía su segundo mandato. Balet quiso donar el inmueble al gobierno argentino como homenaje a la hermandad entre España y Argentina, y como tributo a la memoria de Rivadavia.
Casa Rivadia - Consulado de la República Argentina en España
Retrato de Bernardino Rivadavia
En 1954, ofreció su apoyo económico para erigir un monumento en conmemoración al libertador en Mar del Plata. El Instituto Nacional Sanmartiniano aceptó la propuesta y formó una comisión encargada de analizar las distintas propuestas presentadas. Tras evaluar los proyectos, se eligió al escultor Luis Perlotti para llevar a cabo la obra. Basado en una pintura del artista Alice, el monumento se inauguró el 25 de febrero de 1956, con unas dimensiones de 18 metros de diámetro y 15 metros de altura y se utilizaron 19 toneladas de piedra, granito y bronce.
En 1936 donó una valiosa obra de arte al museo de la Escuela "Pedro de Mendoza", construida sobre un terreno cedido por el reconocido pintor Benito Quinquela Martín.
La obra donada, titulada La Cancionera, pertenecía al destacado artista boquense Miguel Carlos Victorica (1884–1955) que fue un destacado pintor argentino, reconocido por su estilo personal y su asociación con la Escuela de La Boca. A pesar de provenir de una familia acomodada, eligió establecer su taller en el barrio obrero de La Boca, donde desarrolló una obra caracterizada por atmósferas íntimas y melancólicas. Su formación artística incluyó estudios en Buenos Aires y en Europa. A lo largo de su carrera, recibió numerosos premios y sus obras son reconocidas internacionalmente y se encuentran en importantes museos argentinos.
En aquel entonces, Victorica llevaba una vida modesta y bohemia, por lo que la compra de su obra representó un hecho significativo para él. Con el tiempo, el público supo reconocer el talento de Victorica, aunque Roger Balet ya había sabido valorar su arte mucho antes que la mayoría.
La cancionera
Escuela Pedro de Mendoza y Museo Quinquela de Martín
En febrero de 1926, una noticia extraordinaria acaparó la atención pública: tres aviadores españoles se proponían unir España y Argentina cruzando el Atlántico en hidroavión. La hazaña fue emprendida por el comandante Luis Ramón Franco Bahamonde (hermano del Dictador español Francisco Franco), el capitán Julio Ruiz de Alda y el teniente de navío Juan Durán y González, acompañados por el mecánico José Rada. El 23 de febrero partieron desde el Puerto de Palos, como homenaje a Cristóbal Colón, y lo hicieron a bordo de un hidroavión Dornier con motores Narier de 500 caballos, ensamblado en Italia llamado Plus Ultra.
Vuelo Plus Ultra
Vuelo de los portugueses Coutinho y Cabral
El recorrido, que abarcaba 9.970 kilómetros, incluía varias escalas:
Desde el Puerto de Palos a Las Palmas
Luego a Porto Praia en Cabo Verde
De ahí a Pernambuco en Brasil, pasando por Río de Janeiro
y finalizando en Buenos Aires
El tramo más exigente fue el de Porto Praia a Pernambuco, con 2.870 kilómetros sobre el océano Atlántico, considerado entonces una hazaña sin precedentes, solo comparable con el arriesgado vuelo de los portugueses Coutinho y Cabral.
El comandante Franco, ya reconocido por su participación en Marruecos, recibió un premio de 50.000 pesetas por parte de José Roger Balet, quien ya había manifestado su intención de recompensar al primer aviador que lograra unir España con Argentina. La entrega fue encomendada al doctor Fermín Calzada, presidente del Club Español de Buenos Aires.
Balet ofreció una recompensa para el primer piloto argentino que volara de Buenos Aires a la península ibérica, pero durante tres años nadie asumió el reto. Finalmente, se propuso que los aviadores Mejía y Arzeno lo intentaran como gesto de reciprocidad, y Balet financió todo el proyecto, incluyendo la compra del avión en EE.UU. Sin embargo, tras varios retrasos burocráticos por la falta de autorización oficial, el vuelo nunca se realizó. Balet terminó vendiendo el avión. De haberse concretado, habría sido un hito para la aviación sudamericana.